25.10.12
Cambios. De perspectiva. De interpretaciones.
Hélène, ayer me enviaron desde Italia una postal cualquiera
con una vista de Bari en colores. Mirándola al revés
con los ojos entornados, panal de infinitas celdas centelleantes
con su orla marina en lo más alto, se diluía en
una abstracción de una prolija delicadeza. Entonces recorté
un sector donde no sobresalían edificios notables
ni avenidas de ilustre anchura; ahí está, apoyado en el
pote donde guardo lápices y pipas. Lo miro y no es una
ciudad italiana; urdimbre minuciosa de diminutos compartimientos
rosados y verdes, blancos y celestes, organiza
una instancia de pura belleza. Tú ves, Hélène, así
podría yo contar mi Bari, cabeza abajo y recortada, en
otra escala, desde otro peldaño, y entonces ese punto verde
que valora todo el plano superior de mi pequeña joya
de cartón apoyada en el pote, ese punto verde que será
(podríamos verificarlo con dos horas de avión y un taxi)
la casa del número tanto de la calle tal, donde viven hombres
y mujeres que se llaman así y así, ese punto verde
vale de otra manera, puedo hablar de él como lo que es
para mí, derogando una casa y sus habitantes.
Cuando se encuentra a ese punto verde, se tiene el resto de la postal, se tiene todo el significado, uno puede ubicarse en Bari, en ... su Bari.
Hay veces, en que un cambio, no te mueve de lugar, solo te hace ver el lugar en el que estás. Esta es una de ellas. Ella, mi Bari.